Hace un tiempo le preguntaba a un físico: ¿Cada cuantos años ocurre un cambio de paradigma en la Física? Y él me respondió con asertividad: cada 25 años. Asombrado por su certeza, le pregunté: ¿cómo respondes con tanta certeza? ¿Cómo lo sabes? Y él me dijo: porque cada 25 años tenemos una generación nueva que trae consigo nuevas formas de pensar los problemas, nuevas ideas. Esa alternabilidad generacional y estructural garantiza la constante renovación de la ciencia y su vigencia en el tiempo.
La alternabilidad es también una condición necesaria para mantener la vigencia de la democracia. Independientemente de los resultados de hoy, en Venezuela no hay alternabilidad. Por lo tanto, no hay democracia. Chavez, entonces, más allá de los números y de una realidad construida, ya no gobierna en democracia.
Dinero y poder corrompen, doblegan y abusan del débil. Mi compasión para tantos Venezolanos doblegados por el miedo. Mi compasión para quienes por miedo a perder su techo, callaron sus anhelos de futuro. Mi compasión para quienes por miedo a perder su mesada de la misión o su empleo público, y no poder traer pan a la mesa de sus hijos, se doblegaron a mantener al partido de gobierno y preferir sus mediocridades. Mi frustración e impotencia ante quienes votaron por mantener su acceso a la prebenda ajena. Mi perplejidad y admisión de no entender la convicción que anima a quienes si votaron por Chávez sin miedos y prebendas.
Mi simpatía con quienes asistimos a un encuentro con la esperanza. Una esperanza que temporalmente parece haber perdido su arraigo. Una esperanza decepcionada. Decepcionada pero con memoria. La memoria de tantos momentos que esta campaña llenó de entusiasmo y me hacen pensar en que hay un pueblo lleno de ganas de un país mejor.
Me duele el drama de un país por cárcel. El potencial de un pueblo y sus jovenes con tantas ganas - preso. Sin democracia. Sin libertad. Sin libertad para soñarse, para recrearse y progresar.
Tiempo para hacer silencio y recomponer el espíritu.